miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sahara y las relaciones Hispano-Marroquíes

Analizar las relaciones de España con Marruecos, requiere un diagnóstico realista de este país, concretar el grado de su estabilidad política y social, su desarrollo, su estabilidad económica y su potencial económico. Es obvio que la diplomacia española se ha esforzado en los últimos 20 años en comprender mejor a Marruecos y en buscar líneas de conexión más resistentes que en la época anterior, de hecho Marruecos es país de prioridad en la política exterior española, destino de la primera salida al exterior de todos los presidentes de gobierno de la democracia española excepto Adolfo Suárez. Sin embargo las relaciones con Marruecos no consiguen la estabilidad deseada y son cada vez más conflictivas a pesar del empeño diplomático mutuo de presentarlas como excelentes.
¿Sabe de verdad España lo que ocurre en Marruecos? y no me refiero a la información recabada por los servicios de inteligencia, ¿baraja el Estado español otro escenario político en Marruecos que no sea el de la aparente estabilidad actual?

La imaginería occidental considera la monarquía marroquí como garante del orden y por consiguiente considera a Marruecos como un aliado inmune a la influencia islamista. Lo cierto es que la monarquía de Mohamed VI ha conseguido “asegurar” la estabilidad a costa de aplazar las reformas políticas y lo cierto también, es que se trata de una estabilidad frágil en una región muy contaminada por el fenómeno islamista, gracias en parte a la represión y despilfarro del poder vigente, algo en lo que coincide Marruecos con muchos Estados musulmanes (Egipto, Túnez, Jordania etc...).
Tanto E.E.U.U como el resto de las potencias occidentales valoran la tranquilidad aparente en Marruecos, pero también prevén escenarios alternativos: E.E.UU. incluso mantiene contactos con la fuerza islámica de marruecos que más discute la monarquía: los sufistas de Justicia y Caridad liderados por Abdeslam Yassine discuten abiertamente el mito de la monarquía como eje imprescindible del poder en Marruecos.



Si la “transición democrática” de Mohamed VI tan anunciada y publicitada en occidente no acaba de cuajar y cuando más se justifica su aplazamiento en aras de la estabilidad y el freno del avance islamista, los islamistas acabarán siendo la única oposición en Marruecos; y si el cambio solo es posible a costa del majzen* y la monarquía, serán los islamistas, quienes tarde o temprano intentarán debilitarlos y acabar con ambos. Este más que probable escenario nos obliga a prever el auténtico riesgo radicado en la propia naturaleza del majzén, que éste último curiosamente disputa con los islamistas la representatividad religiosa y ambos la consideran base de la legitimidad del poder.

España, sin política propia en el Magreb, muy atada a la política exterior francesa y muy ligada a la historia colonial de sus relaciones con Marruecos que mantiene unas relaciones muy marcadas por el conflicto del Sahara y por Ceuta y Melilla, sigue sin tener un análisis propio de las cosas en Marruecos y por tanto sin política propia frente al reino de Marruecos. España mantiene desde la marcha verde en 1975 una mezcla de política de avestruz en los temas de conflicto, con una visión de alianza estratégica y económica preferente acertadamente inaugurada por los gobiernos de Felipe González.

A día de hoy, es irrebatible que las relaciones hispano-marroquíes son de buenas como de malas, y así lo han sido desde siempre. Las múltiples concesiones marroquíes no han surtido efecto, si acaso, han alimentado una política del recurso fácil a la agresión exterior como ocurrió con el conflicto de la roca de Perejil con el gobierno de José María Aznar. Las pocas concesiones españolas en materia de inmigración o de apoyo a Marruecos en sus relaciones con la Unión Europea tampoco han sido suficientes para relajar del todo el encuentro entre ambos Estados.

Por otra parte, la diplomacia marroquí muy influida por la escuela francesa, no consiguió ni durante el reinado de Hassan II, ni con el actual Rey de Marruecos, movilizar su potencial humano (inmigrantes) y la condición de Marruecos como potencial mercado, para mover las posiciones españolas hacia un punto más favorable en el tema que más preocupa hoy a los marroquíes, que es el Sahara.

España tiene intereses estratégicos en la región que exigen un análisis exhaustivo de las consecuencias que una u otra postura tendría sobre ellos, desde España se deben imaginar todos los escenarios posibles, incluyendo el de un pequeño Estado saharaui caído en manos de islamistas radicales (muy activos en el sahel) a tiro de las costas de las Islas Canarias y un Marruecos en crisis con las consecuencias que puede tener sobre la estabilidad de la región y la seguridad de España. Ambos Estados deben valorar las deficiencias de sus relaciones cuyo análisis debe ser realista y no voluntarista.

Es irrebatible que la independencia del Sahara supondría una desestabilidad en Marruecos, tanto que puede acelerar el avance islámico radical en todo el Magreb incluido el Sáhara, y con unas consecuencias devastadoras sobre Europa y especialmente sobre sus fronteras más inmediatas que son España y Portugal. No es un escenario de pura imaginación, sino es el que calculan los movimientos islamistas armados y muy activos en el Sahel (El Sahara, el desierto de Mauritania, Mali…). Es una realidad que deben saber los pueblos de la región y muy especialmente el español y son precisamente los movimientos sociales y los partidos políticos españoles quienes deben actuar en consecuencia y con responsabilidad, deben reconducir su valiosa solidaridad con el pueblo Saharaui hacia una solución que garantice la libertad para todos los pueblos del Magreb, a la vez que garanticen la seguridad y el desarrollo de España; los españoles deben ser capaces de transformar su apoyo emocional a los saharauis en un apoyo realista que garantice a todos los pueblos de esta región el mejor futuro.




majzen* (Estado marroquí tradicional, anterior al Protectorado)

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